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¿De la vista nace el Amor?

“El futbol, gracias a Dios, es para todos”

Decía el oportunísimo encabezado con el que descubrí la increíble historia de Silvio Velo, el mejor jugador ciego del mundo.

Esta es una de las interrogantes que más hacen del tema una conversación “cliché”, pero que todos en nuestra experiencia hemos tenido razones para discutirlo ¿De la vista nace el amor? también hay que decir que al aventurarse a hacer una afirmación así, no se puede englobar más de un contexto. Se dice en el marketing, en la gastronomía, en las relaciones que nuestro sentido visual es el primero que nos hace captar la atención hacia una chica, postre o producto. Pero, ¿qué hay de aquel amor incondicional que sentimos por el futbol? Ni siquiera hablo del apego al club al que decidimos apoyar toda la vida (aunque Galeano diga que se puede cambiar de religión, de mujer pero nunca de un equipo de futbol), sino del primer sentimiento que nos lleva a desvivirnos apasionadamente por una camiseta, el primer contacto con el verdadero amor, cuando tocamos el balón y sabemos que le seremos devotos cada día de nuestras vidas; al amor al futbol sin más ni más. A esa liberación de oxitocina, dopamina, adrenalina que liberan nuestro hipotálamo y demás glándulas del cuerpo cuando nos enamoramos de una cancha, de un partido que remontar, de esa jugada de pared con nuestro mejor socio, del gol al último minuto.

Puede ser que de las extraordinarias jugadas que pude ver de Silvio Velo haya nacido mi amor por verlo jugar y se haya convertido en mi héroe, por lo que puede hacer con una venda en los ojos -en el más literal de los sentidos-. Pero, ¿de dónde nació el amor por el futbol para Velo? Lo que me queda claro es que aquí, en la cancha, de la vista no nace el amor. Donde elegir a un equipo, a veces es un “ejercicio de estoicismo y temple ante la adversidad” como dice Villoro y donde “la belleza nace de la alegría de jugar porque sí” como (otra vez) diría Galeano.

La prensa, lamentablemente se refiere a él como el “Maradona -o Messi- de los ciegos” como si hacer un túnel de espaldas y de taquito sin ver, y encima anotar un gol de bandera no fuera hazaña suficiente para grabar su propia leyenda. Qué falta de respeto. Silvio Velo comenzó su historia jugando en las calles de su natal San Pedro con otros niños no videntes. Una vez que lo haz visto jugar (click aquí) no hace falta explicar cómo en 1991 se hizo del gafete de capitán de la selección argentina para ciegos que aún conserva. Con él ha levantado la Copa América de 1999, el Mundial 2002, La Copa América 2005, el Mundial 2006 y las medallas de plata y bronce en los Juegos Paralímpicos del 2004 y 2008.

"Nací ciego, pero con esta pasión"

Todos nacimos para amar (aunque Juan Gabriel haya dicho lo contrario) y Velo nació amando al futbol. Sin tener ver las gambetas de los brasileños, el “tiki-taka” de los españoles, la defensa de los italianos, a las grandes leyendas del balompié mundial, él nació apasionado y se hizo leyenda. Una que aún no acaba de escribir y busca que el desenlace de su historia alcance la última medalla que le falta en los Juegos Paralímpicos. Irónicamente, verlo jugar me recuerda que no se necesita de los ojos para saber lo que es el amor al futbol.

/@garciamdiego

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